Pedalear me lleva a lugares donde reposan recuerdos adheridos a sus paisajes. Cada árbol, cada piedra, cada curva sigue ahí, esperando para devolverme imágenes y fragancias.
Avanzo, y mi memoria se reencuentra con los fantasmas del pasado que comienzan a desperezarse poco a poco.
Cuerpo y mente colisionan, agitando mis entrañas.
Solo el sol, filtrándose entre las ramas, consigue secar mis lágrimas e iluminar mi alma.