Lourdes Justo Adán

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el julio 25, 2024

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Sufrir en silencio...

Si algo se rompe,

siempre hace ruido; no así

los corazones.

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¿Nunca lo dije? ... Hasta el mismísimo de mon@s voladores, correveidiles, lameculos y trepas. ¿Por qué no os vais a explorar el Amazonas? Seguro que allí vuestras habilidades lingüísticas serían muy apreciadas por los guacamayos.

Se llamaba Botitas A nadie le cuadraba tan bien su nombre como a él, pues su manto siamés se oscurecía en las patas, como si la penumbra trepara por ellas en su afán por transformarse en algo tan majestuoso como un gato. Era espectacularmente bello, aunque él no lo sabía; y no porque yo no se lo hubiese dicho mil veces... Es que vivía en la calle, como tantos otros, sin los mimos de un hogar. Su cuidadora lo atendía con auténtica entrega, y a mí me encantaba visitarlo todos los días durante mis paseos en bici; cuando lo llamaba, él me contestaba con un maullidito, mientras salía presto y raudo de su escondrijo flanqueado por zarzas espinosas y enmarañadas. Con su cabecita golpeaba suavemente mis manos, y se enredaba en mis tobillos trazando el símbolo de infinito, igual que el vínculo que creamos entre nosotros. Con cada giro, me asediaba más la duda de cómo alguien tan amoroso pudo terminar abandonado en una colonia. Además, se hacía evidente que, a pesar de su corta eda...

Friedrich Nietzsche dijo en Así habló Zaratustra que "es preciso llevar aún un caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina". Yo digo que la persona con altas capacidades esconde su universo lleno de estrellas inquietas girando en su propia órb ita. Tiene una geografía mental donde, bajo un agotador camuflaje, habita su singularidad, esa chispa que origina una creatividad y una riqueza que no cualquiera puede apreciar.

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